21 feb 2009

ALEJATE DEL PERRO RABIOSO ATADO


Cierta vez, una niña me planteaba ejemplos para saber qué tan cerca puede estar uno del pecado sin pecar. Finalmente, le dije: Si tú vas caminando con tu papá y ves adelante a un perro bravo atado con una cuerda de la que no sabes su longitud, ¿para qué lado te haces, al del perro(que es el diablo) o al de tu papá DIOS?No podemos jugar con nuestra salvación ni con la del prójimo: tenemos la obligación de evitar los peligros de ofender al Señor y el importante deber de apartar la ocasión próxima de pecar, pues el que ama el peligro, en él caerá (Eclesiastés 3, 26-27). Muchas veces los obstáculos que debemos remover no son muy grandes; faltas más o menos habituales, pecados veniales, pero que hemos de tener en cuenta y evitar porque retrasan el paso, y porque pueden hacer tropezar y aún caer en otras faltas más importantes.Todo debe ayudarnos para afianzar nuestros pasos en el camino que conduce al Cielo: el dolor y la alegría, el trabajo y el descanso, el éxito y el fracaso... Al final de nuestra vida encontramos esta única alternativa: o el Cielo (pasando por el purgatorio si hemos de purificarnos) o el infierno aqui en este siguiente enlace se ve lo que es el infierno segun las revelaciones de los santos y aparciones de la VIRGEN http://dinoalinfierno.blogspot.com/, el lugar del fuego inextinguible, del que el Señor habló en muchos momentos. Si el infierno no tuviera una entidad real, Cristo no nos habría revelado con tanta claridad su existencia, y no nos habría advertido tantas veces el destino del inicuo, el fuego del infierno: “allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mateo 13, 42).La existencia del infierno, reservado a los que mueran en pecado mortal, está ya revelada en el Antiguo Testamento (Números 16, 30-33; Isaías 33; Eclesiástico 7, 16-17; Job 10, 20-21), y es una realidad dada a conocer por Jesucristo (Mateo 25, 41). Es una verdad de fe, constantemente afirmada por el Magisterio de la Iglesia (Benedicto XII, constitución dogmática Benedictus Deus). El Señor quiere que nos movamos por amor, pero ha querido manifestarnos a dónde conduce el pecadopara que tengamos un motivo más que nos aparte de él: el santo temor de Dios, temor de separarnos del Bien Infinito, del verdadero Amor.La consideración de nuestro último fin, ha de llevarnos a la fidelidad en lo poco o mucho de cada día, a ganarnos el Cielo con nuestro quehacer diario, y a remover todo aquello que sea un obstáculo en nuestro caminar. También nos ha de llevar al apostolado, a ayudar a quienes están junto a nosotros para que encuentren a Dios. La primera forma de ayudar a los demás es la de estar atentos a las consecuencias de nuestro obrar y de nuestras omisiones, para no ser nunca, ni de lejos, escándalo u ocasión de tropiezo para otros (Mateo 18, 6). ¡Virgen Santísima, condúcenos a Cristo, el camino seguro para llegar al Cielo!

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