Asunción de María
Sobre la Asunción de María, hay escritos del siglo IV, llamados Transitus, donde se habla del tránsito de María en cuerpo y alma al cielo, es decir, de su Asunción. Así lo afirma el Transitus, escrito por el seudo Melitón a finales del siglo IV, donde habla de la resurrección definitiva del cuerpo de María. También en el siglo IV se encuentra el testimonio de san Epifanio, que admite la posibilidad de que su cuerpo glorificado esté en el cielo. En el siglo VI, ya se celebraba la fiesta de la Dormición en Jerusalén y, hacia el año 600, en Constantinopla. Y del siglo VIII hay hermosas homilías sobre la Asunción, nombre que parece más antiguo que el de Dormición. Entre los autores de estas homilías están san Modesto, san Germán de Constantinopla, san Andrés de Creta y, especialmente, san Juan Damasceno.
Sobre la Asunción de María nos dice san Gregorio de Tours en el año 590:
Los apóstoles se repartieron por diferentes países para predicar la palabra de Dios. Más tarde, la bienaventurada María llegó al fin de su vida y fue llamada a salir de este mundo. Entonces, todos los apóstoles vinieron a reunirse en la casa de María y, al saber que debía salir de este mundo, permanecieron todos juntos velando. De repente, el Señor apareció con sus ángeles, cogió su alma, se la entregó a Miguel, el arcángel, y desapareció. Al amanecer, los apóstoles tomaron el cuerpo, lo pusieron sobre una camilla y lo colocaron en una tumba, velándolo mientras esperaban la venida del Señor. Y, de nuevo, se presentó el Señor, de repente, y mandó que el santo cuerpo fuera levantado y llevado al paraíso sobre una nube. Allí, reunido con su alma, se llena de gozo con los elegidos de Dios y disfruta de las bendiciones de la eternidad, que nunca terminarán.
San Juan Damasceno (675-749) escribió: Era preciso que aquella que, al ser madre, había conservado intacta su virginidad, obtuviera la incorrupción de su cuerpo después de morir. Era preciso que quien llevó en su seno al Creador hecho niño, habitara en los divinos tabernáculos. Era preciso que la madre de Dios poseyera las cosas de su Hijo y que, por todas las criaturas, fuera ella venerada como sierva del Señor y madre de Dios.
Como dogma de fe, fue definido por el Papa Pío XII el año 1950, diciendo: Para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos, ser dogma de revelación divina que la inmaculada madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Como dato curioso, podemos anotar que, cuando los protestantes oyeron hablar de que el Papa Pío XII iba a proclamar el dogma de la Asunción de María, muchos de ellos protestaron. Decían: ¿Dónde está eso en la Biblia? Y creían que esa definición iba a terminar con el ecumenismo católico. Sin embargo, ocurrió lo contrario; a partir de la definición del dogma de la Asunción, comenzó un nuevo amanecer del ecumenismo católico. Además, uno de los que más protestaron, el gran teólogo Max Thurian de la Comunidad de Taize (Francia), se hizo católico y muy amante de María, muriendo como sacerdote católico, precisamente, en la fiesta de la Asunción de 1996.
Otro dato interesante es lo que cuenta en sus Memorias la que fue durante cuarenta años ama de llaves del Papa Pío XII. El dogma de la Asunción iba a ser proclamado el 1 de noviembre de 1950. Ella dice:
"El 30 de octubre de aquel año de 1950, a la vuelta de su paseo por los jardines vaticanos, nos contó Pío XII que, mientras paseaba, vio un espectáculo raro en el cielo. El sol estaba todavía bastante alto y parecía una bola oscura de amarillo pálido, rodeada de un resplandor muy brillante. Delante del sol se mecía una nubecilla tenue y clara. El sol se movía ligeramente como balanceando a derecha e izquierda sobre su eje, y en su interior se observaban unos movimientos continuos. El conjunto ofrecía una vista maravillosa y se podían fijar los ojos en él sin deslumbrarse.
Al día siguiente domingo, fuimos expectantes al jardín, pero no vimos nada. El Santo Padre nos preguntó:
- ¿Lo han visto? Hoy ha ocurrido lo mismo que ayer.
El mismo espectáculo lo vio también el día de la promulgación dogmática, así como en la octava".
De esta manera, Dios quería bendecir al Papa, que vio en cuatro oportunidades el milagro del sol, que representaba a María, la mujer vestida de sol del Apocalipsis.
Este texto está sacado del libro "María Madre nuestra" de
P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.
LIMA – PERÚ
2008
P. ÁNGEL PEÑA O.A.R.
LIMA – PERÚ
2008
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